Rafael Vega y Lucía, su esposa, aparecen muertos en su chalé de un exclusivo barrio de Sevilla. El cuerpo de Lucía está sobre la cama, con signos de asfixia; el de Rafael, constructor adinerado, en la cocina, donde parece haberse envenenado con un producto químico. Lo que en principio da la impresión de un evidente suicidio pronto induce a sospechar de un doble asesinato, ya que una mano de Rafael esconde una nota que levanta todas las sospechas. El inspector jefe Javier Falcón, de la división de homicidios sevillana, inicia la investigación de un caso en el que nada es lo que parece, ni siquiera la identidad de los presuntos suicidas. Indagando en los posibles móviles del doble crimen, Falcón se halla con un empresario de la construcción que esconde un pasado muy oscuro, con las presiones de la mafia rusa para que abandone el caso y con el permanente acecho del terrorismo islamista internacional.