Londres, años treinta. Una larga cola frente al teatro Woffington espera impaciente para ver la comedia musical del momento. De pronto, un hombre cae al suelo apuñalado por la espalda. Ni el estado de shock de la señora Ratcliffe, testigo más próxima a la víctima, ni el té en el camerino de la encantadora Ray Marcable, estrella del musical, parecen arrojar luz al caso. Y sin embargo nuestro intuitivo inspector Alan Grant ya tiene a su culpable: se trata de Jerry Lamont, mejor amigo de la víctima, un hombre de aspecto extranjero que huyó de la cola y cuya pista se sitúa ahora en un pueblecito de las Tierras Altas escocesas. Con su traje de pesca en la maleta a modo de camuflaje, Grant se sube al primer tren rumbo a Escocia dispuesto a cazar a su asesino. Pero no es oro todo lo que reluce, y puede que este caso tenga algún que otro cabo suelto que atar (y más de un prejuicio a desterrar).
ancio: "Jamás existe un documento de cultura sin que sea al mismo tiempo un documento de barbarie".
onvertiría en el propietario de una línea aérea en Liberia, un personaje de leyenda, con tanta imaginac