Por regla general, los textos clásicos que conmemoran a los hombres verdaderamente esforzados que ha dado la historia suelen centrarse en dos tipos, los héroes y los sabios.
Aunque la sangre derramada por los primeros suscita una muy sana envidia, hay algo inhumano en ellos; en cuanto a los segundos, no hay un criterio que sea eficaz del todo para distinguirlos de los impostores, y su carácter benefactor es, en todo caso, solitario e individual.
Sin embargo, los reyes, los políticos en general, tienen que facilitar la pacífica convivencia de los hombres, siendo ellos muy humanos. Baltasar Gracián hace una semblanza de los más notables, entre los que sobresale nuestro Fernando el Católico.