Junto con la Revolución Francesa, a la que precede en trece años, la fundación en 1776 de Estados Unidos es uno de los momentos estelares de la humanidad, un hito político que inaugura, y permite entender, la edad contemporánea: por primera vez el ser humano podía partir de cero, como si viviese en el comienzo de los tiempos, y establecer el "contrato social" sobre el que basar una nación que confiaba en la Ley por encima de las monarquías, las iglesias y las tradiciones. Como en toda epopeya, la nueva nación tuvo sus héroes, y un héroe épico es aquel en quien se ve reflejada la colectividad. Por eso, si nadie superó a Washington en el imaginario nacional, fue porque este militar terrateniente virginiano, con todas sus luces y sus sombras, supo ser "representativo" y encarnar la conciencia de sí mismo y la identidad distintiva del pueblo norteamericano.