El reverendo Barker había desaparecido hacía diecinueve años, y los habitantes de Stillwater estaban convencidos de que había sido asesinado por su hijastro, Clay Montgomery.
La inspectora de Chicago, Allie McCormick, experta en casos antiguos, había regresado a Stillwater para trabajar con la policía de allí. Así, cuando los poderosos enemigos de Clay unieron fuerzas para meterlo entre rejas, Allie sintió que su deber era descubrir la verdad. Su instinto le decía que él no había asesinado al reverendo Lee Barker.
Clay era un hombre sombrío con muchos secretos, pero sólo tenía dieciséis años entonces. Y no era un asesino a sangre fría. Al menos, eso era lo que creía Allie
hasta que encontró pruebas de que tras la conducta aparentemente piadosa del predicador se escondía el corazón de un monstruo.
Y entonces no pudo por menos de pensar si no se habría hecho ya justicia.