«Al conocer el verdadero alcance de su enfermedad, mi primo Javier, lleno de proyectos literarios que pensaba que ya no podría realizar, me contó su vida durante las muchas conversaciones que mantuvimos. Una vez le pregunté si podría yo narrarla a los demás, y no sólo me autorizó a hacerlo, sino que me lo rogó encarecidamente».