Quizá el cambio más llamativo es la pérdida de centralidad que los partidos políticos han experimentado frente al protagonismo de un nuevo tipo de liderazgo personalizado. América Latina no ha estado exenta de dicha influencia. Por el contrario, en una región donde los partidos políticos han sido históricamente débiles y que ha sido testigo reciente del colapso estrepitoso de varios sistemas de partidos nacionales, las mencionadas tendencias parecieran potenciarse, favoreciendo la aparición de una nueva e inusitada forma de liderazgo presidencial que concentra poder y monopoliza la escena pública. ¿Representan estos liderazgos una amenaza para la sustentabilidad futura de la democracia en la región o expresan, por el contrario, una forma renovada de ejercicio de la representación en una etapa postpartidos?