La voz, el itinerario y la literatura infantil · Dentro del espejo · Para empezar, un puñado de imágenes: Libro de imágenes, de Ian Beck. El primer héroe al que agarrarse: Elmer y el tiempo, de David Mckee. Un ritmo ideal para iniciarse en la lectura: Vamos a cazar un oso, de Michael Rosen y Helen Oxenbury. Invita a un grupo de amigos a reír: El topo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza, de Werner Holzwarth y Wolf Erlbruch. De las fibras emocionales que una historia sabe tocar: Historia de Babar el elefantito, de Jean de Brunhoff. El valor estético y literario per encima del didáctico: Mi padre fue rey, de Thierry Robbeerecht y Philippe Goossens. Cualquier tema, por frágil o duro que sea, es posible: Frederick, de Leo Lionni. La literatura o el espejo de los sueños y de la realidad: El patito feo, de Hans Christian Andersen. La única agencia con opción a viajar a un territorio fantástico: Donde viven los monstruos, de Maurice Sendak. Una ventana indiscreta a nuestro alcance: Shola y los leones, de Bernardo Atxaga. El factor sorpresa: El higo más dulce, de Chris van Allsburg. La originalidad, una pieza clave para la selección: El Cascanueces, de E.T.A. Hoffmann. Un buen libro infantil tiene que gustar también al adulto: Jim Botón y Lucas el maquinista, de Michael Ende. ¿Qué lección podemos extraer?: Emilio y los detectives, de Erich Kaestner. íEso es un personaje! Pippi Calzaslargas, de Astrid Lindgren. El héroe de la boca-oreja: Harry Potter y la piedra filosofal, de J.K. Rowling. Leer, una actividad que deja huella: Las brujas, de Roald Dahl. Un abanico de personalidades muy naturales: el viento de los sauces, de Kenneth Grahame. Condición indispensable: encontrar el lugar de paso: El león, la bruja y el armario, de C.S. Lewis. La mirada a través de la cual conocer un hecho histórico: Una isla entre las ruinas, de Uri Orlev. Un camino intenso de crecimiento y maduración: El hobbit, de J.R.R. Tolkien. Con ojos de niño: El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry. Como los recuerdos más hermosos o las pesadillas más terribles: La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson. Un modelo rebelde para la narrativa para jóvenes: El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger. La ciencia-ficción, un juego con la imaginación: Mecanoscrito del segundo origen, de Manuel de Pedrolo. El itinerario no termina aquí...: Narradores de la noche, de Rafik Schami.
Itinerario por algunas de las mejores obras de la literatura universal dirigidas a los niños y niñas y a los jóvenes desde que nacen hasta que se pueden considerar lectores autónomos. Explicación a los adultos de los elementos que la caracterizan y la definen, y un punto de partida para conocerla.