A partir de una radicalización del pensamiento fenomenológico de Husserl y Heidegger, Harman elabora una nueva metafísica que nos coloca de lleno en el s. XXI. La misma propone una superación del «antropocentrismo» que caracteriza a la tradición filosófica de Platón a Derrida, y busca devolverle la dignidad a los objetos individuales a través de un esquema cuádruple que dé cuenta del dinamismo interno de las cosas. Un objeto no es una cosa física o un ente presente puesto frente a sí por el ser humano, sino una «realidad ejecutante» cuyo comportamiento responde a una serie de tensiones o polarizaciones internas. Su «ontología plana» considera que todas las cosas -humanas y no humanas, reales y ficticias- son igualmente objetos y deben contemplarse en un mismo nivel ontológico.