Un motel de carretera perdido en un desierto rocoso y asfixiante.
Las tormentas de arena, las visitas periódicas de los gitanos, las
leyendas de los djin, esos extraños seres que deambulan por el
pedregal, la higuera de la que cuelgan botellas de colores...
Y, como metáfora existencialista, los lagartos que cada solsticio
de verano acuden al secadero a dejarse morir de hambre. Unos
personajes llenos de vida y un ritmo trepidante de thriller, en
contraste con la atmósfera de quietud del desierto, arrastrarán al
lector a un final inesperado que le dejará sin aliento, noqueado frente
al último párrafo del libro.
Antonio Donaire. Director de Cine. LLevará próximamente a la
gran pantalla la versión cinematográfica de El secadero de iguanas.