Hace tiempo que se anuncia el declive de Occidente, pero ahora los síntomas de esa decadencia nos acosan: un crecimiento mínimo, una deuda asfixiante, una población envejecida, conductas antisociales. ¿Qué le pasa a la civilización occidental? La respuesta que ofrece Niall Ferguson es que nuestras instituciones, los complejos marcos dentro de los que una sociedad puede florecer o fracasar, están degenerando. El gobierno representativo, el libre mercado, el imperio de la ley y la s ociedad civil: estos solían ser los cuatro pilares de las sociedades occidentales. Estas instituciones, más que ninguna ventaja geográfica o climatológica, permitieron el dominio global de Occidente a partir de 1500. En nuestra época, sin embargo, estas instituciones se han deteriorado de modo alarmante. Nuestras democracias han roto el pacto intergeneracional al amontonar deuda sobre nuestros hijos y nietos. Nuestros mercados cada vez están más deformados por regulaciones hipercomplejas que son la enfermedad, no la cura que pretenden. El imperio de la ley se ha convertido en el imperio de los abogados. Y la sociedad civil es ahora la sociedad incivil, en la que esperamos perezosos que el estado resuelva todos nuestros problemas. La gran degeneración, es un poderoso y en ocasiones polémico alegato contra una era de negligencia y pasividad. Mientras el mundo árabe lucha por alcanzar la democracia y China avanza de la liberalización económica al imperio de la ley, europeos y estadounidenses malgastan el legado institucional de varios siglos. Detener la degeneración de la civilización occidental, advierte Ferguson, requerirá líderes audaces y una reforma radical.