Hay un enramado que sabe cómo extenderse invisible en el corazón. Escenas de casa, de ríos calmos, del mar abundante que viene y se aleja, viene y se aleja. Los poemas de Laura atienden el brillo anónimo, reconstruyen el camino finísimo del vínculo, su constante transformación. Ella no se esconde, se revela humilde en la escritura, con la ligereza que da la imaginación y el cuidado de un lenguaje propio. El hogar como una intuición que se erige puntual en las pequeñas cosas. Las semillas del tomate que germinan, un horizonte sembrado de guaduales, la perra que corre por el sendero de jazmines. El poema como el primer ritual. La dulzura de una entrega definitiva.
MANUELA GÓMEZ