La referencia a quienes eran, al mismo tiempo, rebeldes y reaccionarios nos acerca a una percepción de la historia política del siglo XX que ha ido abriéndose camino cada vez con más solidez argumental y una documentación más depurada. Existió una cultura fascista y existieron intelectuales que dedicaron su actividad profesional a construirla en todos los ámbitos de la experiencia social. Ya ha sido generalmente aceptado que el fascismo no era una simple reacción sin propuestas, pero se sostiene una indudable reticencia a la hora de aceptar la calidad teórica, la congruencia con su tiempo y el servicio a la transformación del orden social que se propugnó y llegó a realizarse. Los intelectuales que se sumaron al fascismo no fueron anécdotas que lo ornamentaron, sino sectores que escogieron combatir por un sistema que respondía a las percepciones de un discurso en el que la tradición y la modernidad se reunían para establecer una comunidad nacional opuesta y superadora d