A Celeste le gustan las cosas que huelen a otras cosas. Y las palabras con zeta, como regaliz. Y cazar nubes. Nubes de piratas, de animales, de naves espaciales... y de cualquier otra forma que pueda atrapar con su cámara. Pero cuando viaja con su padre a África descubre que solo hay nubes en temporada de lluvias, o eso es lo que dice Murunya, el niño masái que la sigue a todas partes... Un alegato a la amistad sin límites, a la riqueza intercultural y al gran poder de la imaginación.