Los relatos de Un aire de extrañeza no son solo artefactos literarios, estéticos y culturales en cuanto a los efectos; también lo son en cuanto a los materiales de que están hechos, provenientes del arte, la escritura, la historia cultural. Ciudades como Praga o Lisboa, escritores conectados a ellas como Kafka o Pessoa, rascacielos de la megalópolis que obturan la contemplación de la luna romántica, gemonías y pudrideros espantosos donde se avistan los resultados funerales del apocalipsis nuclear de Hiroshima y Nagasaki: todo ello instituye una retícula que nos atrapa, entre la consternación y el aturdimiento.